1962 d.C. junio 24
Segundo Domingo después de Pentecostés
Propio 7
Colectas
Oh Señor, haz que tengamos perpetuo amor y reverencia a tu santo Nombre, pues nunca privas de tu auxilio y guía a los que has establecido sobre la base firme de tu bondad; por Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Lecciones
Leccionario Común Revisado — Año C
Serie Semicontinua
Serie Complementaria
Leccionario del Oficio Diario — Año Dos
Oración Matutina
Oración Vespertina
- Salmo 19; 46
- I Samuel 4:12–22 (opcional)
- Hechos 15:1–12
Otros leccionarios
Leccionario de 1979 — Año C
Prefacios
1. De Dios Padre
Porque tú eres fuente de luz y vida; nos hiciste a tu imagen, y nos llamaste a nueva vida en nuestro Señor Jesucristo.
o
2. De Dios Hijo
Por nuestro Señor Jesucristo, quien el primer día de la semana venció a la muerte y al sepulcro, y por su gloriosa resurrección nos abrió el camino de la vida eterna.
o
3. De Dios Espíritu Santo
Porque por medio del agua y del Espíritu Santo nos has hecho un pueblo nuevo en nuestro Señor Jesucristo, para manifestar tu gloria en todo el mundo.
Colores litúrgicos
Verde
La Natividad de San Juan Bautista
Colectas
Dios todopoderoso, por cuya providencia nació maravillosamente tu siervo Juan el Bautista, y fue enviado a preparar el camino de tu Hijo nuestro Salvador, predicando el arrepentimiento: Haz que sigamos de tal manera su enseñanza y santa vida que verdaderamente nos arrepintamos según su predicación, y que, a ejemplo suyo, constantemente hablemos la verdad, audazmente reprochemos el vicio y pacientemente suframos por causa de la verdad; por Jesucristo tu Hijo nuestro Señor, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Lecciones
Leccionario Común Revisado — Año C
Leccionario del Oficio Diario — Año Dos
Oración Matutina
Oración Vespertina
Prefacios
Porque enviaste a tu amado Hijo para redimirnos del pecado y de la muerte, y para hacernos en él herederos de la vida eterna; para que, cuando vuelva en poder y gran triunfo a juzgar al mundo, nos gocemos contemplando su manifestación, sin temor ni vergüenza.
Colores litúrgicos
Blanco o dorado